ACTO ANIVERSARIO 70 LICEO SAN FRANCISCO DE VALLENAR

Había una vez un hermoso y pequeño pueblo llamado Vallenary, con un paisaje muy particular, pues era un oasis en el desierto, era un pueblo verdeado y con un río que lo bañaba en su inmensidad, tenía pocas familias, pero todas con un deseo inminente de crecer sin perder la esencia de sus habitantes, pues todos ellos eran personas humildes, trabajadoras y con muchos deseos de aprender, crecer y soñar. Eran gentes de mucha fe, que formaban a sus hijos en valores, afectos, normas y principios; por lo mismo, deseaban que eso no se perdiera con el paso del tiempo.
Por esa época, un grupo de osados y soñadores sacerdotes franciscanos belgas, que ya estaban en el pueblo, decidieron en conjunto con la comunidad, construir un bello tren que albergara a estos niños y jóvenes. Es así, que junto a sus familias feligreses se aventuraron a emprender un anhelado y sorprendente viaje, este era, Educarse en la Fe.
Comienza a organizarse la tripulación del tranvía, su primer maquinista fue el Padre Superior llamado Gilberto Von Roy, se sumaron a él, los primeros educadores Srta. Alicia Bonilla, Sr. Carlos Morales, Padre Sedonio y quien debía cuidar de los más pequeños pasajeros Srta. Alicia Páez. En consecuencia, un 04 de Marzo de 1948, hace su partida esta máquina viajera.
Una vez comenzada la travesía, se oye a los más pequeños cantar “Mi vida es un lindo tren, tiene origen y destino, con paradas intermedias, que hacen alegre el camino”. En los primeros kilómetros que avanza este coche se van realizando diversas actividades tales como: celebraciones eucarísticas, una distinguida banda de guerra y un conjunto musical que deleitaba a los pasajeros en el viaje. También, había presentaciones gimnásticas, exposiciones de los trabajos que cada uno de los niños hacían, recitaciones; en fin era un abanico de muestras de todo lo que iban aprendiendo y entregando.
La Junaeb, un organismo estatal era la encargada de proveer leche para todos quienes iban en este recorrido. Cada vez se iban sumando más pasajeros, pues al ver este alegre y educativo viaje, muchos decidían incorporarse.
Como en toda aventura, se deben soslayar también adversidades, desafíos y preocupaciones; en donde los padres de los niños jugaron un rol fundamental, pues fueron ellos quienes tomaron la administración de la locomotora, apoyando a su maquinista, que por ese entonces era el Señor Wilson Latorre Herrera.
Todos los años el tren se detenía en una estación muy especial y era en ese momento donde bajaban una serie de jóvenes para abordar distintos trenes de la vida, era un momento de nostalgia al verlos partir, pero con la ilusión de saber que serían plenos y felices a donde decidieran viajar. En tanto, en esa misma estación, subían pequeños nuevos pasajeros, con sus característicos equipajes, mochilas y cotonas; con ojitos temerosos y curiosos; pero al ver que sus padres también cogían el tren se sentían tranquilos e iniciaban la hazaña. Una vez arriba, eran los docentes quienes les iban entregando lecciones, aprendizajes, enseñanzas y despertando en ellos el deseo de seguir descubriendo el mundo del conocimiento. De lo religioso y lo espiritual, eran los sacerdotes con su presencia latente, quienes se encargaban de aquello.
Corría el año 1982 y un Obispo bonachón, de nobles rasgos y fecundo corazón, crea vagones para estudiantes de secundaria, además permitió que pudieran participar de este viaje las niñas y jovencitas de la comuna, pues ya no era aquel pueblo pequeño, sino una ciudad que crecía y se desarrollaba aún más. El obispo se llamaba Don Fernando Ariztía.
Los pequeños continúan con su canto “Mi vida es un lindo tren, que va cumpliendo destinos, y va pasando estaciones, que quedan en el camino”. Los jóvenes, por su parte respondían: “Estaciones que son triunfos, otras que son de añoranza, de ilusiones y de sueños, y sobre todo de esperanzas”.
El tren atronando y silbando, se moderniza y comienza a pasos agigantados a extender su capacidad, cada año surgen desafíos, se cumplen anhelos y se deben afrontar ciertas vicisitudes. El tren ya no es tan pequeño y se necesita de mucha más gente que colabore en los distintos vagones, que sigan entregando su alma educativa en cada una de las clases y jornadas, los pasajeros se hacen más demandantes y exigen una atención de calidad. Por esos tiempos es el Sr. Juan Mulet Bou, quien capitanea este viaje.
El tiempo transcurría veloz y el país enfrentaba el gran desafío de una Reforma Educacional, la del año 1996. Y es en esos períodos cuando fue necesario construir una gran extensión de vagones, que albergara a los pasajeros de la enseñanza media, del mismo modo, es que la locomotora, debía seguir tirando ambos trenes; el que cobijara a los más pequeños y guardara en sus aulas la historia, la nostalgia y la inocencia de la infancia y otro mayor, más moderno que acogiera a los jóvenes de los nuevos tiempos, con deseos de innovación, pero sobre todo, porque serían ellos, los precursores de la nueva era tecnológica y del cambio de milenio, de lo que tanto se hablaba. Algunos les temían, otros les inquietaban como desafío y otros simplemente, les atraían y entusiasmaban.
Con la Reforma Educacional, emanada desde el Estado, se hace inevitable acelerar la marcha de este tranvía, modernizarlo, acoger las nuevas demandas educativas, perfeccionarse, incorporar más profesionales y apuntar a una educación de calidad. El entonces, Presbítero Casiano Rojas Viera, es quien lidera el andar de estos veloces kilómetros de una locomotora que remolca vagones que superan los setecientos pasajeros.
Se escucha en una clase de Lenguaje… “Mi vida es un lindo tren, de sentimientos de amor, movidos por los latidos, que le da mi corazón”. Una alumna señala: ¿Saben? , Este tren tiene un corazón, que se usa de una forma especial, para mover este tren, son necesarios los que acá están”. Culmina un alumno: “Sí compañeros, somos el corazón de este tren, mientras acá estemos, este no dejará de correr”…
Atrás ya quedó el resoplado del vapor, y ya se cuenta con un tren de alta velocidad en el 2010, acorde a los altos estándares que se demandan gubernamentalmente. El tren logra ir avanzando en la línea de la “Excelencia Académica”, buscando consolidarse en materia de resultados. Diversas visiones en torno a esto, hay quienes la validan y concuerdan con las mediciones estandarizadas, pues ellas propenden a la línea de la mejora educativa y de la competitividad, acorde a los nuevos requerimientos de una sociedad totalmente modernizada. En tanto, hay quienes entrañan, la importancia antes dada a las academias artísticas, a lo deportivo, a lo emocional, a lo valórico; pues pareciera que sólo lo académico tuviera validez.
Surge el desafío, es necesario aunar lo académico, con la grandeza de las mal llamadas habilidades blandas, pues son el soporte y la antesala; para llegar a las también mal nombradas, habilidades superiores. Ese es el tren que está en carrera, es un tren que trabaja con esmero en buscar la esencia del estudiante, sus habilidades particulares, sus afectos, concibiéndolo en una sociedad cada día más compleja. Y con todo eso, debemos ser capaces de despertar en ellos el interés por el conocimiento, el aprendizaje, el desarrollo de sus capacidades intelectuales y emocionales que le serán útiles para toda la vida. Se debe desarrollar en ellos, el arte de vivir, desarrollar en los niños y jóvenes la capacidad de ser felices, para propiciar una sociedad saludable y feliz.
Se oyen unos acordes melodiosos, en una clase de arte que dice “Ven, súbete a mi tren, aquí los sueños no tienen fin, donde no hay un último ni un primero, y somos pasajeros de un latir, lo vas a recorrer, por donde el cielo se junta con el mar, vamos a darle la vuelta al mundo entero, pa' que este viaje quede en la eternidad, ven, súbete a mi tren”.
Creánlo! este tren se ha vuelto demandante y día a día debe afrontar, las requerimientos de: alumnos inteligentes y críticos; apoderados presentes y decisivos, comunidad cuestionadora y exigente; en suma, el tren no puede presentar fallas, y si las hay, deben ser resueltas eficaz y rápidamente, pues la sociedad así lo pretende.
Esta historia, tiene un final abierto, pues mientras ese corazón, que como ya se dijo son los alumnos y alumnas. Mientras ellos sigan estando, el tren jamás se detendrá, lleva un recorrido de setenta años ininterrumpidos, en el que han transitado por sus vagones miles de seres humanos. Este viaje seguirá lleno de alegrías, tristezas, sueños, esperas y despedidas y el éxito consiste en algo muy sencillo, pero importante, tener una buena relación con todos los pasajeros, en dar lo mejor de sí mismo, ser testimonio vivo del evangelio y del llamado a ser hermanos.
El gran misterio es que no se sabe, en que estación se bajarán quienes comandan este ferrocarril, por eso debemos vivir de la mejor manera posible, amar, perdonar, reconocer con humildad los desaciertos, hacer el bien y dar lo mejor de cada uno… Así, cuando llegue el momento de bajar y quede nuestro asiento vacío, dejemos buenos recuerdos a los que continúan viajando en este gran tren de la vida…